
Bárbara estudió para ser software developer y ha ejercido por años como Quality Assurance (QA) pero no fue hasta hace un par de años que realmente encontró la pasión en lo que hace.
En 2021 viajó a Canadá por estudios y visitó una tienda de Apple, para su sorpresa la atendió una persona sordo muda, que a través del uso de la tecnología, logró ayudarla a completar su compra sin problema. Ahí algo en su interior terminó por hacer click y encontró una nueva manera de enfrentar su profesión.

Paradójicamente, Bárbara descubrió que lo que más le llamaba la atención de su carrera es precisamente lo que la caracteriza y es que deben centrar sus esfuerzos en ponerse en la situación del usuario y testear desde ahí. Con esta vivencia pudo reencontrarse con el ADN del QA.
Con la llegada de la pandemia llevó a que más personas se vieran en la necesidad de usar la tecnología, a pesar de que muchas veces no estuviese pensada para personas en situación de discapacidad.

“La promesa de la tecnología es que el mundo sea cada vez más cooperativo e integrativo pero para muchas personas no es así. Si para las personas con capacidades limitadas el mundo físico es difícil, se encontró que en la tecnología no es muy distinto y es precisamente ahí donde podemos hacer la diferencia”, comentó al respecto Bárbara.
Asimismo, destaca que el rol de QA ha ido evolucionando hacia uno más participativo en todo el proceso de desarrollo, lo que es clave para lograr una visión más integral del proyecto para poder aportar y hacer una revisión más en profundidad y fluida.
“El QA lo hacemos todos. Si el equipo completo está involucrado desde el comienzo, se enriquecen las conversaciones, los feedbacks, las ideas y resulta en desarrollos diversos que contemplan diferentes realidades” agregó
Su principal llamado a sus colegas es volver a poner foco en el origen de QA y empezar a buscar y potenciar proyectos que marcan la diferencia en las personas con el objetivo de hacer lo virtual más amigable para todos.